martes, 27 de noviembre de 2012

Amarilla podría vivir en Bogotá y ser una canción con tragos

Al pensar la historia del viejo Pink Tomate y en la búsqueda de entender como tal imaginario llego a convertirse en literatura, pienso que, quizá, de no haber sido un libro, pudo haberse convertido en una estupenda canción, una película insignia para la juventud de los 80´s y los 90´s o una controversial ilustración que impactaría en las grandes capitales del mundo, llenas de personas que seguirían  la idea de convertirse en rebeldes e intelectuales.

Ahora, después de casi dos décadas de ser presentado al mundo el Opio en las nubes, es posible que algunos jóvenes estudiantes de cine han llevado a cabo proyectos en donde sus escenas mas dicientes fueron basadas en las situaciones propuestas en el libro, que se han hecho  varios ejemplares de ilustraciones en donde el artista busca empatar sus diseños con las características de los personajes mas relevantes; gatos que gustan de los tomates y la cerveza, chicas de cabello desordenado y de ritmos peculiares y muchachos que desayunan, almuerzan y cenan vodka y aun así persiguen el amor libre.

Y es que no son solo especulaciones mías, los alcances literarios de Chaparro Madiedo han llegado a las tablas, en 1995 se adapto para teatro por primera vez por Fabio Rubiano Orjuela. Y la productora Cajanegra pretendió realizar la versión cinematográfica de la muestra literaria.

Quizá sea más complicado encontrar una  posible canción inspirada en el libro, que mencione a un Gary Gilmour solo y desentendido de los nuevos tiempos o a un personaje que no se sabe si es hombre, mujer, burro o elefante. Tal vez no es complicado, sino imposible. Pero existen docenas de canciones que mencionan hombres que darían lo que fuera por el beso de una flaca y de flacas que clavan puñales de desamor por la espalda, de cervezas y colillas, tragos y bares y de lo sucio que puede ser un lunes sin pasión. O de Max, un mozo que sirve en copas rotas el veneno de su amor…

La obra de Rafael Chaparro Madiedo, “Opio en la nubes” es una novela surrealista, que representa la visión de ciudad de algunos personajes que se ajustan a ciertos comportamientos y características alejadas del todo del prototipo ejemplar: la pulcritud, los modales y las buenas costumbres, la vida del millonario y el sujeto de éxito; Una ciudad que empata con la Bogotá de aquellos seres que encuentran en la noche la oportunidad de suplir sentimientos e inclusive la abstracción incidente de su existencialismo.

Los personajes; solitarios, excéntricos, perturbados, enamorados. Encuentran en el humo de los cigarros, en el alcohol, en la música de los bares de mala muerte, en el sexo, en las sustancias prohibidas, en las amistades que brotan en las noches de la nada, que se parecen a esas noches en el eje ambiental donde siempre terminas conociendo gente nueva, otros adictos a la cultura de la  imagen… todo lo que puede hacerlos sentir no tan solos, no tan muertos en vida o como dice Chaparro en la novela; no tan medio vueltos mierda.

Amarilla, el personaje principal, es una mujer que goza de los momentos de intimidad con los clásicos del tocadiscos, de atracción por los colores de los parques, por las luces de los automóviles, semáforos y edificios que predominan en las noches de una ciudad gris, de una avenida tan veloz como la carrera séptima, de una vida adultera, brusca, pasional; mentalmente impactada como la que se puede identificar en todo un mundo de contemporáneos suyos; seudo-hipsters que no se desprenden de esta misma carrera séptima desde la 60 hasta el centro.

Amarilla fácilmente podría ser la aspirante a docente de alguna facultad de cine de alguna universidad de alguna Bogotá.  Probablemente también, esta decida sacar a pasear  su perro Silas, quien es su única compañía en casa de lunes a jueves, todo mientras cabecea a los Sidesteppers que salen de sus coloridos y nada discretos audífonos vintage. Claro está, es tan fácil encontrar tales cotidianidades, que con un poco de habilidad y de visión han de ser transformadas en la estética o más aun en la narrativa de una literatura con pocos y un tanto distantes  precedentes.

La narrativa del libro es brusca, violenta, entra tan rápido que puede romper alguna barrera por el odio a la lectura predispuesta por el lector que debe hacerlo por obligación. Capítulos enteros en donde no hay signos de puntuación, donde la descripción del ambiente se encarga de componer el conflicto de los personajes, olores fuertes, tragos que salen de la nada, baños de bares, la textura de los árboles que se cruzan con el camino de un Sven ebrio, ardido con el mundo y con amarilla, urgido de una copa y un poco de sexo.

El trabajo de Chaparro Madiedo recibió el Premio Nacional de Literatura, no por la brillantez de la narrativa, ni por el lenguaje exquisito, mucho menos por recuperar los elementos clásicos de la literatura. Este premio lo obtuvo debido a la posibilidad de entender el mundo de otra manera, de la manera en que lo entienden algunos músicos frustrados, pateando latas por la calle, bebiendo cerveza, un mundo para Max, para Altagracia o para Marciana. Donde brinda la posibilidad de empatar con la personalidad de alguna chica que viva en Bogotá y que ratifique que posiblemente Amarilla podría vivir en chapinero y parchar en el centro.

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