Al pensar la historia del
viejo Pink Tomate y en la búsqueda de entender como tal imaginario llego a
convertirse en literatura, pienso que, quizá, de no haber sido un libro, pudo
haberse convertido en una estupenda canción, una película insignia para la
juventud de los 80´s y los 90´s o una controversial ilustración que impactaría
en las grandes capitales del mundo, llenas de personas que seguirían la idea de convertirse en rebeldes e
intelectuales.
Ahora, después de casi dos
décadas de ser presentado al mundo el Opio en las nubes, es posible que algunos
jóvenes estudiantes de cine han llevado a cabo proyectos en donde sus escenas
mas dicientes fueron basadas en las situaciones propuestas en el libro, que se
han hecho varios ejemplares de
ilustraciones en donde el artista busca empatar sus diseños con las
características de los personajes mas relevantes; gatos que gustan de los
tomates y la cerveza, chicas de cabello desordenado y de ritmos peculiares y
muchachos que desayunan, almuerzan y cenan vodka y aun así persiguen el amor
libre.
Y es que no son solo
especulaciones mías, los alcances literarios de Chaparro Madiedo han llegado a
las tablas, en 1995 se adapto para teatro por primera vez por Fabio Rubiano
Orjuela. Y la productora Cajanegra pretendió realizar la versión
cinematográfica de la muestra literaria.
Quizá sea más complicado
encontrar una posible canción inspirada
en el libro, que mencione a un Gary Gilmour solo y desentendido de los nuevos
tiempos o a un personaje que no se sabe si es hombre, mujer, burro o elefante.
Tal vez no es complicado, sino imposible. Pero existen docenas de canciones que
mencionan hombres que darían lo que fuera por el beso de una flaca y de flacas
que clavan puñales de desamor por la espalda, de cervezas y colillas, tragos y
bares y de lo sucio que puede ser un lunes sin pasión. O de Max, un mozo que
sirve en copas rotas el veneno de su amor…
La obra de Rafael Chaparro Madiedo, “Opio en la nubes” es una
novela surrealista, que representa la visión de ciudad de algunos personajes
que se ajustan a ciertos comportamientos y características alejadas del todo
del prototipo ejemplar: la pulcritud, los modales y las buenas costumbres, la
vida del millonario y el sujeto de éxito; Una ciudad que empata con la Bogotá
de aquellos seres que encuentran en la noche la oportunidad de suplir
sentimientos e inclusive la abstracción incidente de su existencialismo.
Los personajes; solitarios, excéntricos, perturbados, enamorados.
Encuentran en el humo de los cigarros, en el alcohol, en la música de los bares
de mala muerte, en el sexo, en las sustancias prohibidas, en las amistades que
brotan en las noches de la nada, que se parecen a esas noches en el eje
ambiental donde siempre terminas conociendo gente nueva, otros adictos a la
cultura de la imagen… todo lo que puede
hacerlos sentir no tan solos, no tan muertos en vida o como dice Chaparro en la
novela; no tan medio vueltos mierda.
Amarilla, el personaje principal, es una mujer que goza de los
momentos de intimidad con los clásicos del tocadiscos, de atracción por los
colores de los parques, por las luces de los automóviles, semáforos y edificios
que predominan en las noches de una ciudad gris, de una avenida tan veloz como
la carrera séptima, de una vida adultera, brusca, pasional; mentalmente
impactada como la que se puede identificar en todo un mundo de contemporáneos
suyos; seudo-hipsters que no se desprenden de esta misma carrera séptima desde
la 60 hasta el centro.
Amarilla fácilmente podría ser la aspirante a docente de alguna
facultad de cine de alguna universidad de alguna Bogotá. Probablemente también, esta decida sacar a
pasear su perro Silas, quien es su única
compañía en casa de lunes a jueves, todo mientras cabecea a los Sidesteppers
que salen de sus coloridos y nada discretos audífonos vintage. Claro está, es
tan fácil encontrar tales cotidianidades, que con un poco de habilidad y de
visión han de ser transformadas en la estética o más aun en la narrativa de una
literatura con pocos y un tanto distantes
precedentes.
La narrativa del libro es brusca, violenta, entra tan rápido que
puede romper alguna barrera por el odio a la lectura predispuesta por el lector
que debe hacerlo por obligación. Capítulos enteros en donde no hay signos de
puntuación, donde la descripción del ambiente se encarga de componer el
conflicto de los personajes, olores fuertes, tragos que salen de la nada, baños
de bares, la textura de los árboles que se cruzan con el camino de un Sven
ebrio, ardido con el mundo y con amarilla, urgido de una copa y un poco de
sexo.
El trabajo de Chaparro Madiedo recibió el Premio Nacional de
Literatura, no por la brillantez de la narrativa, ni por el lenguaje exquisito,
mucho menos por recuperar los elementos clásicos de la literatura. Este premio
lo obtuvo debido a la posibilidad de entender el mundo de otra manera, de la
manera en que lo entienden algunos músicos frustrados, pateando latas por la
calle, bebiendo cerveza, un mundo para Max, para Altagracia o para Marciana.
Donde brinda la posibilidad de empatar con la personalidad de alguna chica que
viva en Bogotá y que ratifique que posiblemente Amarilla podría vivir en
chapinero y parchar en el centro.
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